Síndrome del nido vacío, la tristeza de verlos volar

 Síndrome del nido vacío, la tristeza de verlos volar

Pocas veces se repara en esa tristeza que deja el hijo que abandona el hogar. Ese triste silencio que produce su ausencia. Poco se repara en este proceso de duelo llamado «ley de vida».

 

Los años van pasando y un día aquel niño que ayer estaba aprendiendo a caminar, se levanta y además del cabello, le han crecido las ansias de encontrar su propio camino, salir al mundo y comenzar a tomar sus propias decisiones.

 

Y de repente, la casa parece más grande, la refri más vacía y se echan de menos aquellas conversaciones del día a día relacionadas con los estudios, los amigos y las clases extraescolares.

 

Duele no tener a nadie a quien cuidar

 

El síndrome del nido vacío es un proceso de duelo que tarde o temprano terminan experimentando muchos padres cuando los hijos dejan el hogar.

 

Debemos asumir que sentir tristeza, soledad y desamparo es normal en este proceso. Es normal que los hijos crezcan y se marchen y es normal sentir nostalgia por ello.

 

Lo importante es cómo se enfrenta su partida. Esta etapa, incluso puede ser vivida como un reencuentro con la pareja para volver a mirarse, escucharse, sentirse y tolerarse.

 

Si conoce a alguien que padece del síndrome del nido vacío, lo mejor que puede hacer por esa persona es brindarle sus oídos y sus hombros, sin juzgar, para que pueda aligerar sus penas. Ayúdele a entender, desde el cariño, que este es el inicio de una nueva vida.

 

¿Qué consejos le podemos dar?

  • Cuide la relación de pareja.
  • Acepte que la vida es una sucesión de etapas y que ésta es una de ellas.
  • Deje que sus hijos tomen sus propias decisiones y fomente la comunicación con ellos sin críticas, ni reproches.
  • Siéntase satisfecho por el trabajo bien realizado.
  • Dedíquese tiempo para viajar, iniciar un emprendimiento o rescatar eso que tanto le gustaba hacer.

 

Es importante entender que la relación con los hijos no se ha acabado, aunque el rol como padres haya cambiado.  

 

Si la relación paterno y maternofilial es sólida y positiva, en el hijo perdurará aquello que aprendió por primera vez, lo que lleva en los genes, la voz de sus primeros maestros y figuras de autoridad, sus enseñanzas, sus muestras de cariño, las cuales echará inmensamente de menos el resto de su vida. Por muy cerca o lejos que puedan estar.