La vida en un hospital

 La vida en un hospital

Vivir en un hospital no es solo acompañar a quien amas. Es mudarse allí. Es sentir como el duelo anticipado crece como un fantasma invisible, que desgarra de forma lenta y cruel: No podré vivir sin él o sin ella.

 

En un hospital respiras al ritmo de los monitores, comes a destiempo, vives esperando, duermes  rogando… que esa llamada no llegue.

 

Es vivir sabiendo cuándo entraste, pero nunca cuándo saldrás y cómo saldrás. Porque aunque todos repiten «todo estará bien», la realidad golpea como una ola fría y brutal: no hay garantías.

 

Vivir en un hospital es perder la mirada en pasillos blancos con luces que nunca se apagan. En ese lugar se multiplica la fe… pero también las dudas.

 

Es buscar noticias pero también tener miedo a recibirlas. Es sentir una descarga cuando escuchas “Familiares de …” Es como si la vida misma se congelara por unos segundos, mientras el corazón late con una fuerza brutal; y cada gesto, cada palabra del médico es un mensaje encriptado que inunda de fe o de angustia.

 

En un hospital se reconocen rostros sin necesidad de palabras: la misma expresión de tristeza, el mismo caminar cansado.  En ese lugar la empatía nace como una flor desesperada en medio de paredes blancas, porque todos llevamos la misma cruz.

 

Vivir en un hospital es hacer propia la ruta de ida y vuelta a ese lugar, mientras la lluvia y las lágrimas se confunden en el parabrisas. ¿Por qué siempre llueve cuando se pierde?

 

En un hospital el horario de visitas se convierte en casi el único momento que importa en el día. Es ver su rostro cambiado por los medicamentos, sostener su mano fría, y luego salir al mundo exterior ensimismado, sintiendo que todo lo importante ha perdido valor.

 

¿Cuántos días se puede soportar viviendo en un hospital? donde las horas son largas y cortas a la vez, donde la vida es apenas un hilo sostenido por abrazos  y oraciones que tienen un valor incalculable.

 

Lo que aprendí

Vivir algo así enseña lo que no se aprende en los libros: el valor de la vida, de la unión, de la fe inquebrantable que no elimina el dolor, pero sí lo sostiene.

 

La vida en un hospital cambia para siempre a quienes la atraviesan. No sales igual. Sales más frágil, más consciente, más humano.

 

Porque solo cuando la vida te arrincona en los pasillos interminables de un hospital, entiendes que cada abrazo, cada te quiero, cada amanecer junto a quienes amas… es un milagro.

 

Y no lo quiero olvidar