fbpx

Lilo y Stitch: cuando el amor abraza el caos

Lilo y Stich

Más allá del surf, los ukuleles y el humor entrañable, Lilo y Stitch es una película que nos mira de frente y, con ternura, nos habla de algo que muchas veces evitamos: el dolor que no se ve, las familias rotas que intentan seguir, y el deseo inmenso de pertenecer.

 

Desde los primeros minutos entendemos que Lilo es una niña herida que vive el duelo de sus padres, tratando de sobrevivir en un mundo que no le ofrece consuelo. Su tristeza no se presenta como lágrimas, sino como impulsividad, ira, aislamiento y una obsesión por encontrar algo o alguien que la haga sentir acompañada.

 

Y entonces aparece Stitch.

 

Stitch, un experimento creado para destruir, también representa el miedo más humano de todos: el miedo al abandono. Reacciona con caos porque no lo sabe hacer de otro modo. Destroza no por maldad, sino por desorientación. Ambos, Lilo y Stitch, se encuentran cuando más necesitaban sentirse elegidos.

 

Cuando no se entiende el dolor, se juzga como mal comportamiento

 

¿Cuántas veces etiquetamos a los niños como “rebeldes” o “malcriados” sin detenernos a pensar qué es lo que su comportamiento está intentando decirnos?
Lilo no necesita correcciones. Necesita sentirse acompañada. Cada uno de sus actos es una súplica disfrazada: “mírame, abrázame, quédate”.

 

Este es un recordatorio para padres, cuidadores y adultos: a veces el comportamiento es solo el idioma de la tristeza que no sabemos traducir.

 

Nani: la juventud que carga demasiado

 

Nani, la hermana mayor de Lilo, tiene apenas 19 años y de pronto se ve obligada a convertirse en madre, cuidadora, sostenedora. Ella también carga con su propio duelo, y lo hace sin haber tenido tiempo para procesarlo.

 

Comete errores, pierde la paciencia, se siente sobrepasada. Pero nunca deja de intentarlo. Nani no es una heroína perfecta. Es un retrato fiel de tantas personas que aman a pesar de sus propias heridas. Y eso, ya es un acto inmenso de amor.

 

Ohana: el hogar que se construye con lo que hay

 

“Ohana significa familia. Y la familia no se abandona.”
Una frase que se ha vuelto icónica, no por cliché, sino por su verdad.

 

La película nos recuerda que la familia no siempre es perfecta. A veces, es la que se forma en medio del dolor y el caos, la que se sostiene sin saber exactamente cómo, pero con la voluntad de quedarse.

 

Un espejo suave de lo que callamos en la infancia

 

Ver Lilo y Stitch de adultos puede ser una experiencia profundamente emotiva. Porque, de alguna forma, todos fuimos niños que sentimos abandono, tristeza o incomprensión. Y todos hemos querido alguna vez que alguien nos diga: “puedes quedarte aquí, incluso si estás hecho pedazos”.

 

La historia de Lilo y Stitch no es solo para niños. Es una lección poderosa para los padres. Para quienes cuidan sin haber sido cuidados. Para quienes siguen adelante con el corazón cansado. Para quienes han perdido y aún así, se permiten construir amor desde las ruinas.

 

Esta película de Disney nos deja una enseñanza que no necesita explicarse con grandes discursos:
Amar no es siempre fácil. Pero cuando es verdadero, se queda, acompaña, y sostiene.